Monday, July 21, 2008

El Estado Servil

Carlos Rodríguez Braun



Colectivismo promete el empleo a la gran masa que piensa en la producción solamente en términos de empleo -Hilaire Belloc

El católico liberal inglés Hilaire Belloc (1870-1953), un autor que pensaba en la línea de su amigo el gran G.K.Chesterton, publicó en 1912 un pequeño libro titulado El Estado Servil [hay una edición en Liberty Classics, 1977, con un excelente prólogo de Robert Nisbet; y una vieja traducción porteña: Buenos Aires, La Espiga de Oro, 1946]. Sus páginas son de gran actualidad. Cree el autor que el servilismo, que desapareció gracias a la extensión del cristianismo, vuelve a imponerse con el receso de éste.


Dice que no progresamos sino que retrocedemos: la civilización fue originalmente servil, puesto que se aceptó la esclavitud durante siglos: sólo la religión hizo brecha en ella. Belloc ve el origen del Estado servil en la expropiación de los monasterios, ciegamente aplaudida por muchos “liberales” que creyeron que una vez que el Estado viola una propiedad, se declarará satisfecho y ya no violará ninguna otra.

El Estado servil no es estrictamente socialista: se mantienen los capitalistas pero los proletarios son obligados a trabajar y a obedecer, y se generaliza el engaño de que ese Estado es mejor que el capitalismo. ¿Por qué te obliga el poder a trabajar y a obedecer? Porque te cuida: la coerción es a cambio de protección pública frente a la inseguridad, de todo tipo…incluida la inseguridad en la carretera. Se llama “servil” porque no se funda en contratos sino en obligaciones legales: obedecer y pagar impuestos.

Dos señales que para Belloc indican que ha comenzado el Estado servil son las leyes que obligan a los proletarios, y el hecho de que los capitalistas no son expropiados.

La clave del servilismo es la imposición del estatus en vez del contrato, que es característico de la sociedad de propietarios, mientras que el estatus lo es de una sociedad feudal o tribal.

Belloc destaca la legislación que fuerza a los empresarios o propietarios a pagar por cosas de las que no son responsables: “Es una legislación que no existiría en una sociedad con la propiedad bien dividida y donde un ciudadano pudiese normalmente pagar los daños que él mismo provoca”.

El Estado divide a la sociedad, exige a los trabajadores que paguen impuestos y a los capitalistas, además, que los recauden, como sucede con el IRPF y con la Seguridad Social. El sistema no puede funcionar si los capitalistas no ganan dinero, con lo que se impone el deber de trabajar; de ahí la idea de que estamos en algo análogo a una plantación, símil de Anthony de Jasay, quizá el más original pensador liberal vivo, en las últimas páginas de The State [hay traducción en Alianza Universidad]. Es bien interesante la tesis de de Jasay de que el Estado moderno, cuyo intervencionismo supuestamente obedece a que resguarda los intereses de los trabajadores, en realidad los somete y suele proteger más los intereses de los capitalistas, porque necesita la generación de riqueza para redistribuir y legitimarse.


crb@thinkingheads.com

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